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Texto: Redacción Cuba Noticias 360
El panorama de la Salud Pública cubana no puede ser más adverso, pues a la falta casi crónica de medicamentos e insumos médicos elementales y el deterioro de las condiciones higiénicas y constructivas en las instituciones sanitarias se une la crisis de los recursos humanos, con el éxodo de especialistas y la desmotivación de los profesionales que aún no han abandonado el sector.
Los problemas acumulados han venido creciendo como una gigantesca bola de nieve desde que la pandemia de COVID-19 obligó a la isla a sacar recursos de donde había y de donde no había, pero incluso en medio de ese escenario desolador, Cuba organizó un evento megalómano que reunió en La Habana a más de 5 000 delegados e invitados de 88 países y donde ratificó su adhesión al enfoque Una Salud (del inglés One Health).
Desde hace algunos años los expertos de la nación caribeña han venido coqueteando con Una Salud, aunque es ahora, en medio de la V Convención Internacional Cuba Salud 2025, que el Minsap se declara abiertamente seguidor de este ya no tan nuevo concepto.
Este enfoque innovador reconoce la interdependencia entre la salud humana, la salud animal y la salud ambiental, y propone una estrategia de colaboración interdisciplinaria para abordar los grandes desafíos sanitarios contemporáneos.
En Cuba, donde la medicina preventiva, la investigación científica y la cooperación internacional son pilares del sistema de salud, el concepto Una Salud ha encontrado un terreno fértil para su desarrollo.
Al promover la integración de múltiples disciplinas —la medicina humana, la medicina veterinaria, la biología, la ecología, la microbiología, la salud pública y las ciencias sociales—, Una Salud viene funcionando como una gran sombrilla que abriga diversos programas en favor de la salud de todos los seres vivos y del entorno. La idea central es que las enfermedades no reconocen fronteras entre especies ni barreras geográficas, y que solo a través de la colaboración entre sectores se pueden prevenir y controlar eficazmente.
El concepto no es completamente nuevo. Sus raíces se remontan a la medicina comparada de Rudolf Virchow en el siglo XIX, quien reconocía que “no hay una línea divisoria entre la medicina humana y la veterinaria”; sin embargo, ha cobrado fuerza en el siglo XXI con la aparición de nuevas enfermedades zoonóticas (aquellas transmitidas de animales a humanos), como el ébola, la gripe aviar, el zika y, más recientemente, la COVID-19.
El enfoque Una Salud está siendo adoptado en Cuba con creciente interés por instituciones científicas, universidades y organismos estatales, que perciben los grandes riesgos a los que está expuesta la isla, sobre todo en materia de cambio climático, enfermedades transmitidas por vectores y degradación de ecosistemas.
Instituciones como el IPK, el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología y el Instituto de Veterinaria advierten sobre la necesidad de trabajar de forma conjunta para vigilar, prevenir y responder a enfermedades infecciosas emergentes, lo cual constituye una fortaleza que, bien aprovechada, puede contribuir a la generalización de las prácticas asociadas al enfoque Una Salud.
No obstante, para adoptar esta visión no bastan las buenas intenciones, ni los voluntarismos políticos. A las cátedras, grupos de investigación y estrategias de innovación con enfoque Una Salud hay que inyectarles recursos; de lo contrario el concepto, por muy integrador y moderno que parezca, pudiera terminar siendo un esnobismo de expertos o una moda científica más.