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Pablo Milanés entre Madrid y una isla al sol de la memoria

Texto: Michel Hernández

Fotos de: Daniel Hernández

“No conozco las canciones de ese “tío”, pero si están todos estos aquí para cantarle debe ser uno de los grandes” dijo un español, de unos 50 años, que junto a su esposa ocupaba un asiento en la fila E del emblemático teatro Wizink Center (hoy Movistar Arena) el pasado miércoles.

El “tío” era Pablo Milanés y los que estaban encima del escenario eran en su mayoría artistas históricos de la música española, portuguesa, leyendas en toda la extensión de la palabra, símbolos de la música iberoamericana. También se encontraban artistas jóvenes que se me mueven entre la canción de autor, el pop y el rock. Todos coincidían en la admiración por el cubano que los llevó hasta el centro del escenario. No es el primer homenaje que recibe Pablo, ni será el último. Pero que estos músicos se unan con el solo objetivo de ponderar la obra del cubano, de ponderar su vida, de darle relieve a su música no solo dice mucho de su carrera, sino de la persona que fue, del artista que desde su humanidad pudo dejar incluso de ser él mismo para ser de los demás.

Lo verdaderamente significativo fue el homenaje. La obra y la memoria de Pablo por encima de todo lo demás. Al menos en el momento cumbre del tributo. Porque el nombre de Pablo se escuchó en la noche de Madrid bien alto, con todas sus letras mientras los cubanos en la diáspora o el exilio estuvieron por una ráfaga indetenible de tiempo más cerca de su país y tal vez recordaron aquel concierto del cantautor en la Ciudad Deportiva, impulsado especialmente por su viuda, Nancy Pérez Rey.

El legado quedó resumido no solo en las canciones de los artistas que interpretaron sus propias versiones de la obra de Pablo, sino en las frases que acompañaron cada tema. Desde Víctor Manuel, Estrella Morente, Ara Malikian, Martirio, José Merce, Luis Represas, Javier Ruibal o Luis y Pedro Pastor. Todos le agradecieron a Pablo su humanismo, su poesía, su permanencia durante años en sus vidas y en los escenarios. Desde la distancia otros músicos que estuvieron o permanecieron en las cercanías afectivas de Pablo le dedicaron su propio tributo al cantautor. Silvio Rodríguez envío un mensaje a los asistentes, a la familia Milanés y repasó Un machete hubo de ser, de la banda sonora de la película cubana La primera Carga al machete. Sabina recordó la amistad entrañable con su amigo, su vecino en Madrid y su colega de fiestas, poemas y juntes.

El concierto fue varios conciertos a la vez. La primera parte fue la presentación desde las formas más sutiles del universo de Pablo y adelantó el interés de mostrar al público la enorme significación de lo que estaba sucediendo e iba a suceder sobre el escenario. Los músicos se empeñaban a fondo en cuidar hasta el último detalle. En cumplir sin fisuras con lo que los llevó al teatro. En estar a la altura de la noche de Pablo en Madrid. Tal vez por eso no le dieron luz verde al rosario de emociones que cargaban en sus voces desde el primer momento y estuvieron más bien enfocados en que todo sucediera como la fotografía que habían diseñado en la memoria.

Andrés Suárez no es un desconocido para el público cubano. Hace algunos años actuó en la isla y ahora volvió a regresar al país, porque cantarle a Pablo es regresar a Cuba, a los cubanos humildes que en los momentos más oscuros o más felices escuchan al trovador decir que La Habana volverá a ser lo que un día fue, que sienten que él como ellos también extraña a los suyos, y que pese a todo nuestras raíces son nuestra fortaleza más latente.

Andrés hizo una versión bastante lograda de Si ella me faltara alguna vez. El hoy Movistar Arena, agradeció con cerrados aplausos su interpretación precedida por las palabras leídas por Juan Echanove y escritas por el realizador cubano, Juan Pin Vilar desde Estados Unidos.

El teatro estaba lleno hasta la bandera. En el eco de las conversaciones que se escuchaban en el recinto se percibió que muchos conocían a fondo la obra de Pablo, mientras otros querían acercarse al cubano porque sabían que hay algo perecedero en que tantos artistas se reunieran para cantarle a la universalidad de uno de los suyos. De los nuestros.

El primer amor fue la canción elegida por el joven cantautor Marwan para sumarse al homenaje que se prolongó durante más de dos horas. La banda detrás de cada intérprete era una bomba de tiempo. Los músicos, estaban liderados por el pianista Miguel Núñez, que desplegó unos arreglos que, en resumen, fueron de antología; cada uno hacia lo suyo como si hubieran nacido encima de aquel escenario.

Los instrumentistas se observaban entre sí y parecía que querían ponerle más combustible a la maquinaria como si estuvieran en esas fiestas de amigos que hacía Pablo y donde la alegría y las bromas estallaban en cada rincón de su casa en La Habana. Pero conocían su rol y la (otra) celebración en honor a su amigo la realizaron en los camerinos y también durante todos los días de ensayos.

Martirio, acompañada del legendario guitarrista Raúl Rodríguez, marcó un punto de inflexión en la noche, Afincada en el flamenco, una de las marcas de casa, recordó el disco con poemas de José Martí que el cantautor grabó en 1973 e interpretó una versión bastante libre del poema musicalizado por él, Yo soy un hombre sincero. Y Martirio también recordó a Martí mientras hablaba de Pablo. “Martí fue el padre de las luchas por la independencia en Cuba y sus ideas vienen muy bien hoy a los sueños de inclusión y justicia”, dijo.

Ya entrada en calor la noche miles de personas aplaudían la entrada de Javier Ruibal y su interpretación de Te quiero porque te quiero y a Pasión Vega, con su versión de la emblemática De que callada manera.

A mitad del espectáculo la pareja de españoles había confirmado que ese “tío” pertenecía a la estirpe de los grandes. Lo decían en silencio y buscaban en el móvil información del cubano mientras trataban de no pasar por alto todo lo que sucedía sobre el escenario. Tanto que en un instante me pidieron que no levantara demasiado el celular cuando tomaba algunas fotos. En venganza quizá porque minutos antes les había pedido que bajaran el volumen del video del Breve espacio en que no estás, que al parecer encontraron en YouTube. Y los que conocían a Pablo y su historia más reciente reconocían que también aquella noche era un acto de justicia que debía cruzar el Atlántico.

Las actuaciones de Miguel Ríos (Yo no te pido), Salvador Sobral (La felicidad) Luis y Pedro Pastor (Comienzo y final de una verde mañana) y Estrella Morente (Ya ves) fueron memorables. Cada uno descifró la obra de Pablo de acuerdo con las propias características de su trabajo para arrojar versiones muy originales que bien valieron estar en aquel sitio, en el frío de la lejanía para vivir ese momento perdurable para la historia de la cultura cubana, de la cultura española.

Cuando Lynn Milanés llegó al centro del escenario estuvo acompañada de una serie de imágenes junto a su padre que pasaban por las pantallas colocadas a ambos lados del teatro.

Lynn, quien estuvo en los coros durante casi todo el concierto junto a su hermana Liam y Mariana Núñez, hija de Miguel Núñez, presentó A tu lado, uno de los temas de Mario Dali que su padre incluyó en su repertorio. A inicios del tema fue vencida por la emoción y pidió disculpas al público, que le permitió seguir con un aplauso nacido de la comprensión la sensibilidad.

La Massiel, que no quería faltar al homenaje, debió ausentarse por un cáncer de pulmón recién diagnosticado. Un cartel pidiéndole fuerza a la cantante antecedió el momento que se había reservado para la española. Para vivir se escuchó en la voz de Pablo como si el propio cantante estuviera ahí. Un silencio que se podía tocar inundó el teatro. Ni una voz, ni una conversación, ni un flash fuera de lugar. Solo la voz de Pablo. Y su rostro en la pantalla. Era su voz y era también la voz expectante de Cuba. En la imagen del cantautor se podían adivinar las marcas de la vida que fue acumulando durante su carrera por hacer de su país un lugar mejor para las personas que como él tuvieron (y tienen) un país palpitando en las venas. Y en la garganta.

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Dos horas después de un final fotográfico en que todos se unieron para acompañar la voz de Pablo en la célebre Yolanda, los artistas festejaban el resultado del concierto, producido por Livén Céspedes, quien trabajó durante décadas con el cantautor cubano.

Martirio me recordó su amistad con Pablo pero me dijo no podía profundizar porque no llevaba sus gafas. Víctor Manuel se había ido de primero profundamente conmovido por el espectáculo y Javier Ruibal me recordó su actuación en La Habana. Lo recordó mientras pidió comprensión en Cuba para que este homenaje se repitiera allí. “Yo estaría como el primero”.

“Este concierto ha sido como estar un poquito de tiempo en Cuba, de los cubanos que están aquí.  Además, ha sido un privilegio tocar con esta banda maravillosa”, dijo Rubial y remoró su primer encuentro con Pablo en casa de Joaquín Sabina.

“A Pablo lo conocí en casa de Sabina y luego grabamos una canción juntos. Era una canción que cantaba Omara. Siempre fue muy cariñoso y muy cercano. Yo aprendí mucho de su música y él me dijo ciertos piropos que yo no voy a repetir, pero dándome a entender que de lo que escuchaba de España mi trabajo era uno de los que más sintonizaba con él”.

El cantautor español recordó sus conciertos en Cuba junto a varios artistas de la isla. “Estar en Cuba siempre es un placer. En una ocasión que actué estaban todos los amigos y algunos músicos vinculados a la canción de autor. Coincidí allí con Silvia Pérez Cruz. Cada vez que he estado en Cuba me he sentido acogido por mi familia cubana. Allí he sido querido por gente que yo no sabía que conocían mi trabajo. Y cada vez que voy la emoción y el cariño ha ido creciendo”.

Ruibal como varios de los músicos que estuvieron en el homenaje coincide en que es hora de que se la realice un tributo “profundo y sentido” a Pablo en Cuba.

“Yo creo que ya es hora, así que mucho están tardando. Sé que hay conflictos que tienen que resolverse también antes y apelo desde aquí a que por fin se den esos pasos. No solo por Pablo Milanés, que es un personaje trascendental en la cultura cubana, sino por todos los cubanos. Tienen que darse los pasos necesarios para que se encamine poquito a poco la felicidad de la gente porque no vivimos eternamente, que vivimos un periodo de tiempo muy corto y que hay que humanamente hacer el esfuerzo, aunque sea sobrehumano, para que esos pases se den. Así que creo que Cuba ya hace años que le debe a Pablo un homenaje sentido y profundo. Un tributo de alegría por su arte, de agradecimiento, por lo mucho que él hizo para que a Cuba la quieran en todas partes del mundo”. 

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En el homenaje pudo haber participado una legión de músicos. Pero no son pocos los que lo recuerdan habitualmente durante sus conciertos y en sus encuentros cercanos con amigos y seguidores. Jorge Drexler, por ejemplo, me aseguró en 2022 durante la despedida a Pablo en Casa América de Madrid que estaría dispuesto a viajar a Cuba para cantarle a su amigo.

Lo más relevante, lo trascedente, ha sido el resultado de esta noche en que Madrid le cantó a Pablo. La permanencia de su obra como un punto de unión, nunca de quiebre, entre todos los cubanos que reconocen en sus canciones un futuro en la distancia y esperan en La Habana un acto de justicia no solo poética sino humana con el cantautor que no quiso marcharse sin despedirse de su país, de su pueblo, de todos los que quizá están hoy desperdigados por el mundo pero la voz de “ese tío” los regresa siempre a esa isla tendida al sol de la memoria.

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