febrero 1, 2025
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“Matar a un hombre” y a una película: otra vez la censura en el Festival de Cine de La Habana 

Texto: Jorge Suñol

Foto: Orlando Mora | Facebook

Hace un año, este redactor escribía sobre lo mismo. Escribía, por ejemplo, sobre un Festival de Cine de La Habana que ha perdido mucho, que no se parece a lo que fue en su momento de esplendor y que lo que sí está ganando es rechazo en la comunidad de creadores y cineastas, no solo de Cuba, sino de todo el escenario lationamericano y mundial.

Hablaba, además, de lo que ha representado y representa la Asamblea de Cineastas Cubanos en este camino, repleto de obstáculos y censura, falta de libertades y regulaciones gubernamentales escudadas en una “Política Cultural” que no responde a los intereses de los artistas del séptimo arte, ni de otra manifestación. Hace un año, poco ha cambiado, y las denuncias permanecen en redes, esperando una respuesta clara, no excusas de reprogramación, ni argumentos sobre la “orientación ideológica” de las obras.

En 2024, ya con otra edición del Festival clausurada, un caso ha trascendido. Se trata de la censura del cortometraje Matar a un hombre del cineasta Orlando Mora, quien esperó hasta el último minuto del evento con la esperanza de que su película fuera proyectada en las salas: algo que nunca sucedió, después de varias reprogramaciones.

Mora, a pesar de que nos mantenía al tanto en sus redes sobre el destino de su peli en el marco del Festival, esperó hasta el final para declarar lo indignado que se sentía de la decisión, y por ello, relató, hecho por hecho, de cómo mataron a su peli, y cómo fue otra víctima de censura en el evento cinematográfico. 

Luego de que Matar a un hombre quedara en la selección de la 45 edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, luego de que el 7 de diciembre se publicara la Cartelera Cine y Video del ICAIC y el corto se ubicara entre las cintas cubanas participantes en el evento, el domingo 8 de diciembre a las 5:30 p.m., se había planificado la primera proyección, en el Multicine Infanta. Pero ese día, la falta de servicio eléctrico jugó en contra.

“Los directivos del Multicine Infanta me explicaron que, aun si volviera la electricidad, habían recibido la indicación de no proyectar nuestro cortometraje -de 12 minutos de duración- para no retrasar la siguiente tanda”, describe. 

Un día después, se organizó una segunda exhibición, el lunes 9 de diciembre a las 5:30 p.m.,  que también fue frustrada por similar motivo.  “Recibí el apoyo del público, amigos, familiares, así como del equipo que asistió para acompañar nuestro trabajo. Vale destacar que se encontraba Priscilla Valdez, productora de la película, quien viajó desde República Dominicana con recursos propios para nuestro estreno nacional en el festival. Sobre las 6:30 p.m. llegó la electricidad al barrio y se iluminaron todos los edificios de la manzana, excepto el cine 23 y 12”. 

No fue hasta el martes 10 de diciembre, en horario del mediodía, cuando Orlando recibió una llamada del programador Ángel Pérez donde le confirmaba otra reprogramación para ese mismo día, a las 8:00 p.m. en el Cine Acapulco. “Compartí la información de inmediato para que tuviera todo el alcance posible, sin embargo, menos de una hora después, la programadora Elvira Rosell hizo una segunda llamada y me expuso razones para la suspensión de esa proyección”, relata. 

El equipo de la peli gestionó por todas las vías la proyección. Mensajes a Tania Delgado, la directora del Festival, a los programadores y a otras instancias. La respuesta fue la misma. La culpa es de los apagones, de la “contingencia energética”. No hablaron de otra cosa.

“Hemos tenido dificultades con esos bloques por los apagones, pero esas películas se van a reprogramar durante el fin de semana”, le respondió la propia Tania a Mora, cuando el cineasta la interceptó en el Hotel Nacional. Pero pasó el fin de semana, y Matar a un hombre jamás se puso.

“Intuyo que la peli ha sido censurada por razones esencialmente homofóbicas, por poner en relieve un discurso crítico sobre diferentes manifestaciones de violencia, dominación o control que se pueden ejercer sobre nuestros cuerpos”, comenta este cineasta desde su perfil en Facebook.

A esto, añade: “El Festival de La Habana ha sido significativo y relevante para las cinematografías de la región. Sin embargo, se ha visto convertido en un escenario propicio para que se produzcan atropellos tales como los que han enfrentado mi película y las de tantos otros en situaciones similares”.

“Quienes forman parte de este entramado perverso, no sólo ejercen violencia institucional sobre las obras y sus creadores, sino también sobre el público y el propio Festival, que se vuelve indigno e inmoral, como lo son quienes mienten a los cineastas y se vuelven cómplices de la infamia. De estas consideraciones excluye al equipo de programación del Festival, cuyo trabajo y criterio también se han visto vulnerados; si los menciono es porque han sido mis interlocutores, pero fueron también quienes intentaron programar la película hasta el último día”, concluye Mora.

Desde la Asamblea de Cineastas Cubanos 

Hace pocas horas, ante este panorama de censura, la Asamblea de Cineastas Cubanos (ACC) compartió la relatoría de Orlando Mora, dejando claro que “respalda la coherencia de este joven cineasta y rechaza una vez más los actos de censura y exclusión, el uso de la fuerza y el abuso institucional contra los creadores en el cine y en la cultura cubanos”.

Hechos como este, desafortunadamente, se han vuelto recurrentes en el Festival, cuya “criba final se define en oficinas ajenas al mismo, donde sujetos anónimos tienen la última palabra. Allí, no solo se cuestionan los contenidos de ciertas películas, sino también a sus creadores. Se han suscrito leyes especialmente diseñadas para este fin. Controlar la circulación de ideas en el espacio público es el objetivo, bajo el argumento de que cualquier pensamiento o expresión crítica a las posturas oficiales opera contra la seguridad del país. Se aplaude cuando en otras latitudes los ciudadanos protestan, luchan por sus derechos, defienden sus leyes cinematográficas y se oponen a las injusticias de sus gobiernos, pero se reprime y silencia el mismo gesto cuando los nuestros tratan de hacerlo”, marcaba la ACC antes de que arrancara esta edición. 

Puntualizando, asimismo, que “censurar, discriminar a los ciudadanos por sus ideas políticas no eliminará los problemas. Es una verdad que las autoridades prefieren ignorar. ¿De qué vale hablar de principios y fortalezas si se le teme a un filme, a la voz de un artista, a su pensamiento? ¿Cómo proteger la cultura de un país si buena parte de su talento decide marcharse en un éxodo interminable?”. 

Cuenta el cineasta cubano Armando Capó sobre la edición del 2024: “Nunca vi un cine lleno. Parecía una representación para los cineastas extranjeros, una puesta en escena para las autoridades, necesitadas de escuchar lo que quieren oír.  Una realidad paralela donde no existe la Asamblea de Cineastas Cubanos, donde mis compañeros cineastas van al ICAIC a darse abrazos con el MINCULT”.

Orlando Mora aún espera respuestas por parte de las autoridades, argumentos que justifiquen las acciones que llevaron a prohibir su película dentro del Festival, el cual cada año se envuelve en críticas y polémica por sucesos como este, un espacio que ha dejado a un lado su esencia creativa para convertirse en un circo político, donde la libertades artísticas permanecen en juego.

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