Foto: Laura de la Uz | Instagram
Texto: Michel Hernández
Fue estrenada hace 30 años. Rompió todo tipo de moldes en la televisión cubana y puso en la retina del espectador temas que apenas se tocaban o se tocaban con lupa en las pantallas cubanas. Como es el caso del rock, la rebeldía adolescente, las rupturas familiares y un componente esencial en esta etapa de la vida, la soledad. Se caracterizó por otros muchos detalles que de golpe no eran percibidos en su magnitud, por otras tramas circundantes al conflicto principal; pero lo cierto es que la aventura “Blanco y Negro ¡No! a 30 años de su estreno todavía tiene mucho que decir a los cubanos.
Dirigida por Charlie Medina con guion de José Víctor Herrera, la serie gira en torno a los personajes Adriana (Laura de la Uz) y Tito (Roberto González), dos adolescentes que viven con sus padres pero la familia sufre una ruptura en su núcleo tras la decisión de Adriana de irse a vivir con su abuelo, interpretado por célebre Raúl Eguren.
Esta trama funcionó como el escenario principal para que el guionista abordara la agudización de problemáticas que permanecían bajo la alfombra en medio del Periodo Especial, un calificativo puesto por Fidel Castro a la crisis que vivió el país luego del colapso de la Unión Soviética y la caída del campo socialista.
La serie tuvo una de sus principales bazas en las magistrales actuaciones sobre todo de una jovencísima Laura de la Uz, quien hizo un dúo muy acoplado con el actor Roberto González, quien tras esta serie y algunos que otros papeles en otros programas desapareció de la televisión cubana.
Blanco y Negro ¡No! tuvo 40 capítulos que duraban cerca de 45 minutos cada uno. Su guion, las actuaciones y la capacidad para desgranar varias subtramas desde la historia principal, sin encorsetamientos ni diálogos al uso, convirtieron a este espacio en una aventura de culto dentro de la generación de los 80 y en general en la televisión cubana. A 30 años de “Banco y Negro ¡No!” aún los ya no tan jóvenes hijos de la generación del 80 la recuerdan como uno de los mejores espacios televisivos de los 90. Eso, sin mencionar al elenco de actores que dieron en su mayoría una master class en las pantallas.
No son pocos los que recuerdan el personaje de Laura de la Uz en esa serie. Para muchos fue el primer encuentro televisivo con esta primera actriz de la televisión cubana, dueña de una de las carreras más sólidas en la televisión nacional y sobre todo en el cine. Sobre su participación en Blanco y Negro ¡No!, Laura señaló a este redactor:
“La selección, fue una aventura. Yo no estaba inicialmente en el casting de la serie porque todos eran muchachos de esa edad, la mayoría. Y había otra muchacha que la había llamado para ese personaje y no recuerdo por qué no lo pudo hacer. Y entonces me llamó Charlie Medina, el director, y se sentó conmigo y me dijo que arrancaban como en 20 días el rodaje. Le dije que no lo iba a poder hacer, que en 20 días era una cosa de locos, porque, aunque uno trate de hacerlo lo mejor posible, es un trabajo con mucha presión. Pero al final acepté porque me di cuenta que ya no tenían otra opción y realmente estaban contra la pared, y cuando empecé a leer los guiones me gustó mucho la historia. Era una edad que estaba alejada de la que tenía entonces, pero a la vez era un reto hacer una niña de 14 años y, en tan pocos días para preparar el personaje. Pero sabíamos que era un trabajo que iba a marcar, que iba a dejar una huella en la televisión cubana, o por lo menos iba a regalarle algo nuevo a la gente en aquel momento. Lo sentíamos”.
Lamentablemente el espacio Aventuras desapareció de la televisión cubana. Su lugar fue ocupado por la “Mesa Redonda”, un espacio sobre todo que aborda la política internacional y las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, así como diversos temas de la realidad nacional sin mayores profundidades críticas.
Este tipo de programas juveniles, no obstante, han renacido en teleplays u otros espacios gracias al talento de guionistas como Amílcar Salatti, entre otros. Pero lo más importante en este caso es que los adolescentes y jóvenes cubanos de esos tiempos pudieron ver en pantalla una trama con la que se identificaban y que quizás hoy vuelvan a ponerle a sus hijos una aventura que en su momento habló de ellos mismos y del país que les dejaron.