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Texto: Redacción Cuba Noticias 360
La inversión extranjera en Cuba ha sido identificada por el gobierno como un pilar fundamental para el desarrollo económico del país. Sin embargo, su comportamiento ha estado marcado por una combinación de restricciones internas, obstáculos burocráticos y un entorno externo adverso, lo que ha impedido que se convierta en un motor real de crecimiento para la maltrecha economía cubana.
Cuba clasifica como un país de alto riesgo por lo que muy poco inversores se atreven a continuar apostando en un entorno donde se dificulta el retorno económico y deja de ser una relación ganar-ganar.
Desde la máxima dirección del país han reconocido, además, que los procesos asociados a la inversión extranjera no alcanzas los ritmos necesarios para lograr tasas de crecimiento acordes a las necesidades que necesita la Isla.
Sin embargo, a pesar de la aprobación de la Ley 118 de Inversión Extranjera en 2014, que ofrecía ciertos incentivos fiscales y permitió inversiones en sectores estratégicos, el control estatal sobre la economía sigue siendo un freno importante.
El modelo cubano privilegia las empresas mixtas, en las que el gobierno retiene el control mayoritario, lo que reduce la autonomía de los inversionistas y genera incertidumbre en la toma de decisiones.
Uno de los problemas más criticados por empresarios extranjeros es la lentitud en los procesos de aprobación de inversiones. Las negociaciones pueden tardar en concretarse debido a la falta de agilidad y la ausencia de mecanismos claros para evaluar y aprobar proyectos.
¿OPORTUNIDADES DE NEGOCIO O PÉRDIDA EMPRESARIAL?
En 2023 se aprobaron 42 negocios de inversión extranjera en Cuba, la mayor cantidad desde que inició este proceso con una cartera de oportunidades enfocada en los «sectores priorizados para la economía nacional», tales como la producción de alimentos, las fuentes renovables de energía y la biotecnología.
En diciembre de 2024, en un análisis de la inversión extranjera en la Asamblea Nacional, el titular del Mincex refería que «ningún inversionista extranjero va a venir a invertir a Cuba para perder dinero, ni para ganar menos de lo que puede ganar en otro país del mundo».
A inicios del proceso de la inversión en 2014, se estimaba que el país necesitaba «alrededor de 2 500 millones de dólares anuales en inversiones para estimular un desarrollo que deviniera prosperidad y sustentabilidad para su proyecto socioeconómico socialista».
Sin embargo, en 2022 planteaban que la Isla tenía condiciones para atraer más capital extranjero a pesar de las dificultades existentes, incluso llegaron a asegurar que casi 5 000 millones de dólares pudieran concretarse para esa fecha.
Dos años después, aún sin propiciar cifras, trascendía que en Cuba existen 358 negocios aprobados, de ellos 52 en la Zona Especial de Desarrollo Mariel.
La ideología continúa siendo lograr que los inversionistas extranjeros vean en Cuba una plaza atractiva de inversión y, para ello, «hay que trabajar en infraestructuras de servicios que hagan competitivas sus producciones y les permitan extenderse a otros países», señalaba el ministro.
De forma general, si bien se han realizado algunas aperturas, las barreras burocráticas, la falta de autonomía empresarial y la crisis económica interna han hecho que el país siga sin aprovechar su verdadero potencial para atraer inversionistas. Sin reformas estructurales profundas y una mayor seguridad para los inversionistas, Cuba continuará perdiendo oportunidades en un entorno global altamente competitivo.