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Texto: Hugo León
Justo en el período de calma tras la pequeña tormenta que supuso la estancia de un submarino de propulsión nuclear ruso y otros elementos de su flota militar en la Bahía de La Habana, suenan los tambores y no precisamente en son de paz.
Primero, el presidente Vladimir Putin apunta que Rusia debería reanudar la producción de misiles nucleares de medio alcance y de alcance corto, y luego considerar dónde desplegarlos, tras el despliegue de misiles similares norteamericanos en Europa y Asia.
Luego un legislador ruso deja claro que el despliegue de misiles rusos en Cuba es una opción.
Fue el funcionario Sergei Mironov quien lo afirmó durante esta semana: el despliegue de misiles rusos en Cuba es una opción que se estaba estudiando en respuesta a lo que su país considera una escalada estadounidense sobre Ucrania y una aceleración de la carrera armamentística entre las principales potencias nucleares.
Mironov, líder de uno de los partidos que integra la Cámara Baja del Parlamento Ruso, consideró que Washington ha iniciado una carrera armamentística que puede tener “consecuencias devastadoras”.
“El posible uso de una base en Cuba es sólo una de las muchas opciones”, dijo en un comunicado.
Y las amenazas no quedaron ahí: “la crisis de los misiles cubanos podría producirse en cualquier parte, teniendo en cuenta las modernas capacidades del Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada rusos”.
Recuerdan los historiadores, que la última vez que Moscú colocó misiles en Cuba, el mundo estuvo al borde de la guerra mundial y probablemente de la extinción de la raza humana. La resolución pacífica en ese momento fue a través del chantaje: Washington retiró sus misiles nucleares de Turquía y la Unión Soviética retiró los suyos de la isla.
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