septiembre 17, 2024
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Del Sena a la Torre Eiffel ¿vivimos en París la mejor ceremonia olímpica de la historia?

Texto: Redacción Cuba Noticias 360

Fotos: RL Hevia

Todavía resuenan por todo el planeta los ecos de la fastuosa, transgresora y –por qué no– polémica ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París. Al conocerse desde hace meses que la inauguración no se celebraría en un estadio, sabíamos que estaríamos ante algo exclusivo y novedoso, pero los organizadores del show parisino superaron todas las expectativas posibles, demasiado incluso, para el gusto de muchos.

La lluvia quiso opacar un espectáculo que inició el gran Zinedine Zidane y entrelazó exquisitamente ocho actos con el desfile de 85 embarcaciones que transportaron durante seis kilómetros sobre el río Sena las 206 delegaciones participantes. Cierto que el recorrido pareció un tanto desordenado por momentos, sin embargo, las caras de euforia de los miles de deportistas que se atrevieron a navegar no deja lugar a duda que fue un experiencia única en sus vidas.

Los franceses supieron mostrar magistralmente lo mejor de su historia, arte y cultura en los distintos momentos de las cuatro horas de inauguración que terminaron con otro encendido de la llamada olímpica inédito en la historia, como siempre se pretende hacer en cada cita estival. París sonó al ritmo del death metal mientras una decapitada María Antonieta sucedía en su performance a una Lady Gaga que abrió las festividades musicales cantando en francés y en las que también se presentó la gran Aya Nakamura.

El hilo conductor de la gala, cuidadosamente esbozado por el director artístico Thomas Jolly, llevó hasta la alta costura con un desfile de moda que no dejó indiferente a nadie con una improvisada pasarela sobre el puente de Lena. Las mujeres en la historia del país galo también reclamaron su espacio y –cómo no– resonó por toda la ciudad la hermosa Marsellesa interpretada por una Axelle Saint-Cirel bañada por el fuerte aguacero que estaba empeñado en robarse el protagonismo de la jornada.

Ya entrada la noche un piano se prendió en llamas sobre la superficie del Sena y Juliette Armanet esculpió con su voz una encantadora versión de la tradicional Imagine, de John Lenon. A esta hora los Minions ya se habían “robado” la Gioconda y un misterioso personaje surcaba las aguas del río montado en un corcel metálico y portando la bandera de los cinco aros en su espalda.

El jinete, del que después se sabría que era una miembro de la policía de la ciudad, llegó a la explanada de Trocadero y todo quedaba listo para el segmento final de una ceremonia que ya había puesto los pelos de punta a todos los presentes, incluidos las decenas de familias reales y aristócratas que se resguardaban del temporal en las improvisadas gradas emplazadas justo debajo de una Torre Eiffel que minutos antes ya había explotado en un espectáculo de luces sencillamente maravilloso.

Después de las palabras protocolares del presidente del Comité Olímpico Internacional y los juramentos de atletas, hizo aparición nuevamente la cabeza rapada de Zidane portando la llama olímpica. El exfutbolista, ídolo de todo el país, entregó el fuego a Rafa Nadal, el máximo ganador de la historia del Roland Garros, certamen tenístico por excelencia de la capital gala. El laureado español, a su vez, tomó el testigo y se fue de paseo al río, acompañado de otros grandes del deporte universal como Serena Williams, Nadia Comaneci y Carl Lewis.

El clímax de la noche se acercaba, al igual que la lancha con los cuatro multicampeones a un embarcadero cercano al Louvre. Allí varias estrellas francesas recibieron el fuego y se sucedieron para transportarlo hasta las manos del judoca Teddy Rinner y la excorredora Marie Josep Perec. Los triples monarca olímpicos, con sendas antorchas en sus manos, prendieron un enorme globo aerostático que se elevó por los cielos emulando lo que podría ser el corazón de los Juegos, que permanecerá encendida hasta el 11 de agosto próximo.

Ni todas las palabras del mundo, ni volver a ver mil veces la ceremonia por televisión, serían capaces de hacerle justicia a las emociones que en vivo provocó una disertación artística de tal envergadura, cuyo broche de oro lo puso la sublime Celine Dion entonando el himno al amor de la mismísima Edith Piaf. La tercera fiesta deportiva de la capital francesa arrancó por todo lo alto, y desde ya, sin saberse cómo será su desenlace, le ha puesto bien alta la varilla a Los Ángeles 2028.

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