Angustia de los padres en Cuba: ¿cuánto les costará el curso escolar que se avecina?

Foto: RL Hevia

Texto: Redacción Cuba Noticias 360

Agosto en Cuba siempre ha sido el mes del calor extremo, los chapuzones en ríos, playas o piscinas y de un notable incremento de los apagones; pero, ante todo, agosto es el mes en que los padres cubanos deben volverse magos para alimentar a la familia, garantizar algún tipo de recreación y preparar el regreso de los hijos a la escuela, una preocupación que en los últimos años viene generando muchísima angustia.

Y es que, a la normal intranquilidad que provoca en los cubanos el progresivo y notable deterioro en la calidad de la educación, se suman las carencias de base material de estudio y los exorbitantes precios de los implementos imprescindibles para que los niños asistan normalmente a la escuela.

Sobre la falta de material de estudio han sonado mil veces las alarmas: un libro para tres o cuatro alumnos y una cantidad de libretas que no alcanza ni siquiera a una por asignatura; ese panorama impensable hace una década no estimula la concentración, ni el rendimiento académico, ni nada, al decir de los propios docentes, que muchas veces recomiendan a los padres que compren lo que falta en el mercado negro.

En la página de clasificados de Revolico, por ejemplo, y sus miles de variantes en redes sociales y aplicaciones de mensajería, se puede encontrar de todo: libretas, lápices, portaminas, gomas, los cuadernos que casi nunca llegan completos “por la canalita”, los libros que a veces se reparten a razón de uno por mesa…

Y no es que esos implementos y medios se escondan en las turbias aguas de Internet. En la vida real, en cualquier punto de venta de mipyme, de trabajador por cuenta propia o en las candongas que pululan por toda Cuba aparece la base material de estudio, solo que a precios tan elevados que para algunos resultan difíciles de costear y, para otros, sencillamente inaccesibles.

Porque si solo fueran libros y libretas…; pero el curso escolar supone, además, una fuerte inversión en medias, zapatos, luncheras y mochilas. Estas últimas aumentan sus precios de año en año y actualmente oscilan entre 6 000 y 10 000 pesos.

También los zapatos, por lo general, zapatillas, escalan según aumente el precio del dólar y arrecie la inflación, al punto en que este agosto rondan los 8 000 pesos, con lo cual no pocas familias han debido remendar los del curso pasado, apelar a algún alma caritativa que les done un par o pedir dinero prestado.

En los casos más extremos —que ya no son tan pocos como antes—, los niños van en chancletas o sandalias a la escuela, una situación que no es agradable para las familias y que los maestros permiten, conscientes de la carestía de tantos hogares cubanos, y seguros de que, en cualquier circunstancia, lo fundamental es que el muchacho aprenda.

Punto aparte para el desvelo que representan las meriendas en un país en que hasta los mangos de toda la vida se están vendiendo a precios de usura: 20 pesos por libra, con lo cual uno mediano puede llegar a costar 100 pesos y un jugo de mango para la merienda se vuelve un lujo, para no hablar de los refrescos en polvo o de los gaseados, y de las galletas o el pan, que ya no es tan “nuestro de cada día”.

La suerte es que los niños cubanos —niños al fin— por lo general no sufren estas carencias en la misma medida que sus padres, sobre todo porque ellos hacen de tripas corazón para garantizar lo posible y evitarles la angustia. Quizás por eso luego vienen los regaños y los castigos cuando no pocos pequeños y algunos adolescentes se ponen a jugar fútbol con las zapatillas por las que sus padres pagaron un ojo de la cara.