Texto: Redacción Cuba Noticias 360
Fotos: RRSS
Han pasado ya varios días desde que el Festival del Habano convirtió el Capitolio en sede de una bacanal para invitados VIP, pero los ecos de la polémica han desbordado las redes sociales y toman asiento en la intimidad de los hogares cubanos, casi siempre a oscuras por la crisis de un sistema electroenergético que apenas genera corriente.
En la noche del pasado 26 de febrero, mientras la mayor parte del país soportaba apagones de espanto y, por ende, se las agenciaba para hallar combustibles alternativos para cocinar, un grupo privilegiado de cubanos subía la empinada escalinata del Capitolio, al más puro estilo hollywoodense, para asistir a llamada Noche intermedia del Festival del Habano, descrita por sus propios organizadores como una velada para un “selecto grupo” de personas.
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Los impresionantes salones iluminados convertidos en sede de la opulencia levantaron de inmediato las más airadas reacciones entre los internautas, quienes señalaron el cinismo de un espectáculo como aquel en medio de un país en ruinas al que se le pide más y más sacrificio.
El suceso, que algunos llegaron a calificar como “el Versalles cubano”, en clara alusión a la corte francesa del siglo XVIII, ha generado un amplio rechazo entre los cubanos de todas las tendencias ideológicas y de todos los credos políticos; aunque hay opiniones divididas…
Tal es el caso del periodista Francisco Rodríguez Cruz, quien ha revelado en sus redes sociales su relación de amistad con Lis Cuesta, esposa del presidente cubano y una de las más fervientes gestoras de este tipo de eventos.
“Pues a mí me parece genial que hayan puesto el Capitolio a recaudar divisas para el país”, publicó Rodríguez Cruz en su cuenta de Facebook, polémica declaración que caldeó aún más los ánimos y provocó cientos de comentarios y reacciones.
“Bueno, puestos a recaudar, ya que alquilen los salones para sesiones de quinceañeras. ¡Ni Gerardo Machado se atrevió a tanto!”; “Ah, bueno, la próxima la hacen en la explanada de la Plaza de la Revolución, así Martí ve cómo esto ya no es por los humildes ni para los humildes”; “Si hubiera transparencia que permita asegurar que esas divisas están yendo para garantizar el bienestar ciudadano todo estaría bien”; “Con esa misma filosofía se ha ejercido siempre el oficio más antiguo del mundo”.
Estas y otras opiniones, cada una más airada que la anterior, han ido exacerbando el panorama mediático, al punto en que no pocos periodistas cercanos al gobierno han criticado lo que consideran una decisión irrespetuosa.
Tal es el caso de la Doctora en Ciencias de la Comunicación Ana Teresa Badía, quien hace apenas unas horas tomó partido en su cuenta de Facebook: “¿Qué se quiso transmitir con este Festival del Habano? En un mundo en el cual cada vez más la construcción de la opinión pública es simbólica, esto es muy desacertado —publicó la reconocida experta—. Es muy importante el tabaco, pero también hay que cuidar lo que se comunica. Error grave de comunicación política que entierra la ideología que ha defendido Cuba. El lugar es la sede de nuestro Parlamento y ahora se utiliza en imágenes que asemejan a una especie de burdel de los años 50”.
No obstante, ni la opinión de los especialistas, ni el tsunami de mortificación levantado en las redes sociales, ni el dolor con que los cubanos de a pie debaten sobre el tema en sus interminables tertulias de apagón han obligado al gobierno a rendir cuentas, a poner nombre y apellidos a una decisión claramente impopular.