Texto: Hugo León
Llegó el 10 de enero, fecha de la toma de posesión presidencial en Venezuela, y la fecha, que pudo ser un día cualquiera hasta hace un año, este 2025 adquiere singular importancia porque en ella se definirá si seguirá Maduro en el poder o si realmente la oposición podrá reclamar la victoria que asegura tuvo en las urnas.
Desde hace algunas jornadas Venezuela se ha convertido en un polvorín, pero entre las fake news, las verdades a medias y la censura editorial, quienes realmente han ganado han sido los medios que han publicado al respecto.
En las calles de Venezuela millones de personas han exigido la dimisión de Maduro y que se respete el resultado de las urnas, donde supuestamente el candidato opositor Edmundo González arrasó. El gobierno de Maduro ni siquiera puede responder a eso porque violó lo establecido en la Ley Electoral y no mostró las actas con los resultados oficiales de las votaciones.
Pero Maduro tiene a la policía, al ejército y todas las armas, menos la de los carteles y pandillas, y no es que la oposición quiera ligarse a estos sectores.
Estas son las dos caras de la moneda: con el respaldo de esas armas, hoy Maduro pretende juramentar como presidente; con el respaldo del pueblo venezolano en las calles, hoy Edmundo pretende juramentar como presidente.
¿Dos presidentes? ¿Cómo llegó Venezuela a este punto?
Antes de las últimas elecciones en Venezuela, Maduro se encargó de invalidar o encarcelar a cuanto oponente político podía hacerle sombra en las boletas. Si esto no fuera poca ilegalidad, durante las elecciones, sólo el poder estatal dio a Maduro como ganador, mientras que los observatorios internacionales y el Comando Con Venezuela certificaron a González.
Maduro no reconoció esta derrota, acudió al Tribunal Supremo de Justicia, donde mandan los gobernantes, y allí convalidó la supuesta victoria de Maduro. Pero las actas electorales recabadas por la oposición, que el Estado nunca pudo mostrar, son públicas en Internet y según estas, González Urrutia obtuvo el 67% de los votos, mientras que Maduro habría logrado el 30%.
Las protestas iniciales dejaron más de dos mil encarcelados, varios muertos y decenas de heridos. Esas mismas armas y esas mismas cárceles están listas hoy para respaldar a Maduro.
Debido a la persecución política, Edmundo se vio obligado a salir de Venezuela pero prometió a su pueblo que este 10 de enero aterrizaría en su patria para tomar posesión del cargo por el que fue electo. Sobre él, en los aeropuertos de Venezuela, existen pancartas de recompensa.
Protestas en Venezuela: al borde de una guerra
No son pocos los analistas internacionales que consideran que lo que hoy ocurre en Venezuela está cerca de convertirse en una guerra civil en pequeña escala. Pequeña, porque no existen como tal dos facciones armadas, pero sí en una guerra del gobierno contra la ciudadanía.
El jueves, por ejemplo, Venezuela fue casi paralizada por las protestas, y pese a todas las noticias falsas y bolas que se transmitieron, incluyendo un presunto secuestro de la líder opositora María Corina Machado que nunca fue confirmado del todo, lo que sí se sabe es que el pueblo estaba en las calles tanto en la propia nación sudamericana como en otras ciudades del mundo exigiendo libertad, el cese de la represión y el reconocimiento de Edmundo como presidente.
Más de 20 países reconocen a Edmundo García como presidente electo de Venezuela, el problema es que lo mismo sucedió con Juan Guaidó cuando desde la Asamblea Nacional de Venezuela fue nombrado presidente. Guaidó nunca gobernó, y pasó a la historia como un exiliado más del cual nada se ha escuchado desde las últimas elecciones a la fecha.
¿Juramentará Edmundo, será arrestado, se trata de una farsa, será otra intentona independentista frustrada? Las preguntas son muchas, y sólo queda esperar por lo que ocurra este 10 de enero para conocer el futuro de Venezuela.
Es sabido que a los gobiernos autoritarios no les importa gobernar incluso con todo el pueblo en las calles en su contra. Es sabido también que no les importa dar órdenes de combate contra su propio pueblo para disparar, masacrar y disipar protestas, y por último, es de sobra conocido, que un pueblo sin formas reales de defenderse está condenado a sufrir bajo el yugo de ese gobierno.