febrero 5, 2025
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Pedro Luis Ferrer en Madrid con Cuba en las pupilas

Texto: Michel Hernández

Foto: Cortesía del autor

Pedro Luis Ferrer regresó a Madrid. La ciudad lo recibe con frecuencia y entre su dinámica vertiginosa el cantautor ha encontrado un sitio muy personal para encontrarse también entre sus silencios. Tanto que se ha inspirado para componer varios temas en su paso por esta tierra donde no faltan los apretones de mano, las fotos con los cubanos emigrados y las pruebas de admiración. Todo queda reflejado en las fotos que publican los seguidores del músico en sus redes sociales y en los relatos que el artista comparte durante los amaneceres en la ciudad. Quizá sea una exageración asegurar que en Madrid, Pedro Luis, se siente como en su propia casa, pero en verdad parece sentirse a gusto arropado por un entorno que se asemeja bastante al entorno familiar.

El cubano comenzó hace varios meses una gira por Europa desde su base de operaciones en Estados Unidos, donde reside desde hace varios años. Desde donde decidió darle cuerpo a su condición de emigrante, un hecho que conociendo bien los arraigos del músico no debe haberle sido nada fácil tomar esa decisión mayor como tantos otros cubanos que han optado por probar suerte en otras tierras fuera de la suya y recuperarse como pueden de las heridas o el desencanto.

El concierto final de la gira lo llevó a Madrid. Subió al escenario del espacio Ronda, cerca de la Puerta de Toledo, no tan famosa como la Puerta de Sol, pero reivindicada por su propia historia. Un papel que daba vueltas por el suelo del metro próximo al espacio del concierto lo atestiguaba de esta manera: “La Puerta de Toledo también ve pasar el tiempo. Igualmente tiene su canción”: A la `Puerta de Toledo madre le tengo celos (…).

Pedro Luis da la impresión que es un poco trotamundos. Uno de esos juglares antiguos que van de ruta en ruta para contar las historias de su pueblo y sus propias historias, que son prácticamente las mismas. Un Quijote de la canción, para tomar un préstamo literario. En sus canciones está impresa una parte esencial del país que ha sido Cuba durante los últimos 40 años. Del país que ha sido él.

En su carrera esos relatos cobran una singularidad especial. Los cuenta con un humor muy peculiar y una ironía muy identificable, que son ya parte de las marcas registradas de la casa.

En el concierto recurrió a los resortes que definen su comunicación con su público y a un puñado de esas canciones que han retratado la historia de Cuba. El músico llegó al escenario junto a su hija Lena Ferrer y al técnico de audio que permite que todo el espectáculo tenga una probada calidad.

El cantautor cantó en Madrid como si tuviera a Cuba en las pupilas. Relató sus historias familiares, bromeó acerca de las diferencias políticas que tuvo con sus padres y mencionó la difícil situación que vive el país que habita en su voz y su guitarra. Les aseguró a las cerca de 100 personas repartidas en el auditorio que los cubanos debíamos tratar de ser mejores personas para tener mejores gobiernos. El público lo aplaudió con un profundo sentido del respeto.

No se guardó sus habituales bromas. En uno de sus chistes aseguró que no le faltaban ganas de hablar de política pero que se iba a contener. Se escucharon risas…

El repertorio estuvo marcado por los clásicos del cantautor. “ Abuelo Paco”, “Fundamento”, “Pajarillo”, entre otros. La mayoría de las personas que llegaron hasta el concierto conocían las esencias de su obra. De hecho, repetían sus canciones y le reclamaban sus clásicos. Un español de unos 60 años le pidió un tema y el trovador se disculpó ante el reclamo. “Es que lo tengo montado con banda y ahora no puedo tocarlo, pero cuando regrese prometo que lo haré”, dijo.

Pedro Luis dedicó un intervalo del concierto a los campos de Cuba, a la vida que le otorgaban los desaparecidos centrales azucareros a los pueblos y a los animados jolgorios que se armaban en las esquinas de estas vecindades cuando los trabajadores concluían su jornada en estas enormes instalaciones sobre las cuales giraba la vida en una parte fundamental de los campos de Cuba. Ciertamente la fragua y el nacimiento de su obra se encuentra unida de forma sustancial a las intrincadas regiones de Cuba, que el trovador ha recorrido para otorgarle fundamento a su obra.

Pedro Luis es el mismo de hace décadas. Él mismo que ha vivido la censura y las leyendas. Algunas son frutos del imaginario popular y otras de la realidad. Pero nada le impidió al cantautor armar el cuerpo robusto de su obra en su casa de La Habana, con la solidez de su formación cultural fraguada en el núcleo de la familia.

Si bien el trovador fue un poco más comedido que de costumbre en sus conversaciones con el público (quizá por precaución a que no todos entendieran sus bromas nacidas de la realidad cubana) no dejó de mencionar a Cuba lo largo del concierto. Colocó en un momento la guitarra a su lado derecho y dijo que siempre ha esperado que nuestro país “sea un estado de derecho y lo sigue anhelando”. 

Su hija Lena, como ya es habitual, lo acompañó desde las voces y se situó en varias ocasiones en la primera línea para interpretar canciones de su autoría con el acompañamiento de su padre.

Pedro Luis y su hija establecen una sintonía tan estrecha sobre el escenario que hacen de sus presentaciones un espectáculo sin fisuras. No hay nada al azar. Lo vienen demostrando desde hace varios años y no fue la excepción este espectáculo.  

No faltaron colegas de profesión entre el auditorio. Los trovadores Raúl Marchena, uno de los integrantes del colectivo santaclareño La Trovuntivitis—quien actualmente radica en Madrid— y el habanero Erick Sánchez, fueron otros que compartieron la noche con el músico, quien aseguró que volvería pronto a Cuba para cantar a los cubanos. “Para mí esa es una experiencia extraordinaria”, dijo el intérprete cerca del tramo final.

Ciertamente esas pueden ser una de las presentaciones más esperadas en la isla no solo por lo que significa la obra del artista para los cubanos, sino porque su trabajo cobra una mayor relevancia en la Cuba que tenemos hoy. En la Cuba que vive en las canciones y en la voz de Pedro Luis Ferrer.

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